De personas de palito
Mientras su papá manejaba el
auto a una velocidad considerable y su mamá miraba hacia adelante concentrada, el
nene estaba dibujando figuras en la ventana de su auto. Con la lluvia, el frío
de afuera y la calefacción que daba vueltas ahí adentro, todos los vidrios
estaban empañados y, para pasar el viaje de una hora que tenían. Entre personas
de palito, soles con sonrisas y palomas lineales, el se divertía; cuando se le
acababa el espacio en una ventana, iba hacia la otra para seguir imaginando
mientras la anterior se volvía a empañar y así continuamente. De vez en cuando,
el auto se movía de manera muy brusca y el nene se deslizaba de una punta a la
otra, pero nunca llegaba a pegarse la cabeza contra la puerta. Disculpándose,
el papá decía que estaba esquivando pozos. Igualmente, ellos seguían viajando.
Llovía. Las gotas golpeaban
pesadamente sobre todas las partes del auto y caían al suelo o se desvanecían
en el aire. Llovía y las ruedas disparaban agua a la gente que corría
desesperadamente por la vereda hacia donde el auto estaba yendo. De vez en cuando,
un trueno explotaba en la ciudad y el nene saltaba en su asiento. De vez en cuando, el nene preguntaba si caían
piedras por el sonido que escuchaba, a lo que sus padres le decían que sí
aunque ambos sabían la verdadera respuesta. Simplemente, la lluvia y los truenos
camuflaban el verdadero clima y aprovechaban esa especie de ventaja para camuflárselo
a su hijo, que le prestaba atención a lo que dibujaba y no lo que se veía más
allá de la ventana.
Sin interrupción alguna, el
nene siguió rodeado de personas de palito, soles con sonrisas y palomas
lineales.
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